Dolor que espanta.
El sol prendió  en su boca,
y con templados dedos mordió  mi arcilla
Su mano plantada  con la banda toca,
como la barca  amarra las penas de la orilla.
¡Cuanto  supone esconder a la  atacada
del nicho, que tras la blanca  lana aparece,
la sombría tarde de alfil, que juega y salta,
con pena en ristre,  que chilla!
Me dicen rosa, que  supo en la  leñera
ocultar, también, la lacerada  tierra;
y al cortar sus  pétalos quedó intacta.
Un tenebroso sentir arde en las tinieblas
del corazon... y brilla  su doliente estigma
¡Siete voces a coro en la sombra!
 
