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martes, 16 de septiembre de 2014

DESPACHO SIN SALIDA



Es de noche, acaba de lloviznar, la puerta balconera está abierta, hace calor sofocado por ligeras bocanadas de aire fresco.

Un despacho oscuro alargado, irregular y muy alto, refleja el guiño de las sombras de un olmo. En el lado más estrecho de la habitación,  una mole de masa compacta abrazada a sus piernas, acurrucada junto a la esquina y con el mentón apoyado en su rodilla, se balancea automáticamente, como si su ritmo sostuviese la tensión interior del alma de la noche. Al  otro lado más allá de la papelera, más allá de la silla de madera que abraza esperpénticamente una camisa blanca, y junto a una mesa escritorio, otra persona o árbol caído, arrugada por sus vicios, aplasta su vida en un sofá y desmenuza pensamientos inacabados: son relativos al musgo y a la putrefacción de los bordes que compensan las privaciones del techo carcomido


El despacho recibe la luz tamizada del exterior, reflejo de la luz de una farola que rebota en el suelo empedrado y llega, como cansada, herrumbosa y lenta, filtrada por las hojas del olmo a la habitación

Cuatro pastillas, separadas caóticamente entre sí, aparecen en la boca rodante de un frasco vacío a los pies del sofá, los intensos colores de las píldoras luchan por insinuar tensiones e intentos de experimentar recorridos. Las píldoras contrastan abigarradamente contra un suelo rojo de alfombra descolorida. Sobre las paredes vacías y el techo, con una gran lámpara enrejada, se entrecuzan las sombras de los coches, que pasan esporádicamente por el callejón, de las ramas y de las hojas del tilo. El ruido de los coches y el de los latidos de los apresudaros pasos de viandantes, enmarcan un silencio sepulcral, que se apodera intermitente de los dos protagonistas. Un ladrido de un perro, y a veces el sonido de una ambulancia cae como una losa, y calla cualquier sonido e invade la habitación de figuras angustiosas

Tumbado en el sofá con el torso desnudo y con las piernas una sobre otra, el personaje A entre carraspeos se habla a sí mismo:
-El abogó -murmura- por ella 
-No son momentos de tira y afloja ni de sucumbir ante cualquier prueba, ella escupía bases de ideologías, gritos de nada.
Pasan varios coches seguidos y el personaje A se queda absorto mirando las sombras que cruzan por el techo juntándose con ideas y sentimientos de otras épocas cuya evocación invita a saltar al otro lado:
 -Las sombras son ráfagas de viento, que clarifican, a veces, el espacio, y en el entrelazamiento de la soga ingrávida que cae hasta su altura, la de sus ojos, aparecen, imperceptibles al principio, expulsando las cumbres del aire, la figura de dos amantes: el de puntillas parece varón, y es contraluz abrazado que pierde bordes como un suspiro  


Un brillo como de cañón de pistola automática se posa, en este mismo instante, en su sien y un suspiró cruza como un ratón las proximidades de un trozo de papel arrugado, junto a la papelera llena de papeles arrugados 
-¡Si al menos hubiese una puerta de salida! -dice el personaje A. 
El despacho no la tiene, y la realidad exterior sólo puede verla a través de las sombras 

El hombre que se balancea al fondo, se concentra en su ritmo y obvia el resto de la escena, el ritmo le acerca a lo mas interno de sí, a su latido existencial, ligeras variaciones al movimiento balanceante de su cuerpo, producidos por ruidos ajenos o el sentir una bocanadas de brisa fresca, bastan para cambiar sus sentimientos, para el la habitación esta en un plano irreal y es como un sueño. Está viviendo el sueño de un despacho que el sonido da forma, sin puerta de salida:

El sonido son ladridos de perro, que geometriza, a veces, el vacío, y en el cruzamiento de los  acordes pesados que vuelan hasta su altura, la de sus oidos, aparecen, imperceptibles al principio, armonizando con los impulsos, la figura de dos amigos: el que engancha el cuello de los sueños parece hembra, y es arpegio abrazado que pierde notas como teclas de un acordeón  

-La definición de un sonido móvil que comienza en el crepitar de las hojas del tilo y acaba en la reverberación de la garganta del personaje tumbado, se deshace junto con pensamientos de ordenes estremecidos portadores de consecuencias dictadas a golpes... 

-¡Si al menos hubiese una puerta de salida! -dice el personaje B 
El despacho no la tiene, y la realidad exterior sólo puede verla a través del silencio 

El personaje A ve, entre las sombras, la figura de una escalera
El personaje B oye, entre las hojas del olmo, el batir de unas alas

VALE