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sábado, 26 de abril de 2014

VOLAR

Quedé amarillo y ensordecido de lujuria, setas de quilates necios, cerrar los solenoides, declarar caballos a la airada luna incipiente que cae sobre la copa, viajera errante que soberbia duermes entre los tensos ombligos de la luna, estropear jocosos ademanes cantando la rugosa incomodidad potable de la pesadumbre reprobada en los protocolos de criterios recíprocos, afeitar los arrabales perezosos de la antigüedad inoportuna. La Armada Invencible, humillada de gula por el serenísimo ojo de la lombriz, abrigar festivos y lozanos los presentes, aconsejar cuadrillas de valientes alborotadores, salvo estimación contraria, facciones encomendadas a la divulgación de la leche de las taquilleras de la república, descuidar las huellas mudadas de las lombrices, que envidiosas del brillo de la venganza de los escarabajos, que Betsabé voló en las posaderas de los bueyes, que las hijas de Lot ensombrecidas de pan y sartenes, que fingiendo bocas en plantillas crispadas acarreando complacientes perros al servicio de sus órganos, y un olor fálico a lápiz, y un sabor agudo de alfileres al rojo, y la mar muerta de Priapo. Siempre la mar que acecha en cada pupila, que polvoriento se dispersa en los cuernos del caracol, escuchar al puñal oxidado de los años clavados en las olas, que como raíces de uñas escarban en los mas áspero de las palabras, que como meses descuentan los céfiros rojos de un ocaso fragmentado, que anticiclones de los gallos hurtados dispersan sistemas descartados, que apasionan dramas cautivados, paladines de la representación, encerrar precipios en los bordes del techo, que pinta en bastos, y los miembros envueltos impiden la natural navegación de los ímpetus renovados, amasar plomo con la indiferencia de los condenados,...