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sábado, 16 de agosto de 2014

DELIRIO, III



LA LECTURA

Hoy en día las lecturas no son como las de antes, ahora, siguen el ciclo de Carnot, como las cámaras frigoríficas donde esconden a los muertos:

¡Son la bomba!
Según caen, como el alivio o como el volumen del televisor cuando se baja, se recolectan palabras y significados, que ingrávidos esperan la mirada feliz del hospicio (niño sujetando dos barrotes y mirando más allá)
¡Son la monda!
Despellejan capas, perdón, despellejan plumas de avestruz, y capan cebollas, para llorar a voces, que saben, a veces, sobrellevar cerrojos en el valle del llanto.
“Me niego a asumir el acto de lectura como algo que cae,
es más un vuelo rasante: Punta del dedo, en el ángulo superior, y en una terrible  batida visual, siguiendo la luz tambaleante de un faro, o la punta de una rama desnuda muy desnuda...Se engordan significados como en un alud que aumentan la cabeza del jíbaro, hasta la luna llena, o brote de azahar. Babilla visual, que crece al ritmo de los belfos”
¡Son la leche!
Un diapasón, suena al ritmo de un metrónomo, y a borbotones, a oleadas explota imágenes en la mente
“Gordo inmenso enfrente de una matriz de bocaditos de nata u ojos de niño fijándose en múltiples bandejas de pasteles”

Las lecturas son:

¡Huevos, frutas usadas, y una tableta de chocolate!
¡Tres cubiteras de hielo, un bote de Ketchup, y restos de mi cena!
Después de una abrasión cuasi-sulfurosa, La hoja queda vacía, arrasada, violada de significados y preparada para ser lanzada a la basura:
“La función de ser página en cuanto a deseo de materia ha sido cumplido”
I EL LECTOR
Habiendo definido, antes, la lectura, como una cámara frigorífica donde se esconden a los muertos, es relativamente fácil inferir, que el muerto es el lector,
El lector engañado piensa que está enfrente de una cámara frigorífica repleta de comida.
Pues bien, el lector abre la cámara, come un poco de chocolate bebe un poco de zumo y unta con el dedo los restos de un antiquísimo potaje, de los de antes, pero está muerto y tiene anisakis en los ojos, y debajo esconde ciertas monedas de oro y fluyen babas de las comisuras de su inerte boca, y las babas forman ríos que le llevan a la Laguna Estigia y ...
II EL ESCRITOR
Habiendo definido antes la lectura, como una cámara frigorífica, donde esconden a los muertos, es fácil inferir que el escritor no existe o bien porque esta muerto, o bien porque no es necesario para el desarrollo de los hechos.